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La Laboral, campeones de Asturias de fútbol escolar

13 abril 2008



Esta semana ha aparecido un nuevo compañero, al que ya habíamos mencionado en nuestras conversaciones virtuales y que pertenece al grupo de extremeños internos. Se trata de Emiliano Corrales Martínez, del que recuerdo su coleta y su éxito con las chicas. Además fue compañero de batallas en el equipo de fútbol de la Laboral, con el que como muy bien me ha recordado e incluso me ha hecho llegar recortes de prensa del MARCA, fuimos campeones de los juegos escolares de Asturias lo que nos permitió viajar a la fase final del campeonato nacional que se celebró en la capital de España.

No recuerdo muy bien a qué equipo derrotamos en la final de Asturias, lo que si recuerdo es que la jugamos en Avilés en un campo que pertenecía a ENSIDESA o algo así y que prácticamente sin público fue testigo de cómo le quitábamos el campeonato, sin complejos y con mucho entusiasmo, a un colegio a los que por cierto les sentó fatal la derrota. Aquella oportunidad le sirvió a uno de los crack de nuestro equipo, Bresne, para que fuese visto por los muchos ojeadores que andaban por los partidos de la final, y le diesen una oportunidad en el mismísimo Real Madrid, cuya operación de realizó allí mismo, durante la celebración del campeonato nacional en el día en que visité por primera vez el estadio Santiago Bernabeu.

Aquel equipo, compuesto exclusivamente por alumnos internos de la Laboral, entrenado por Carlos, no recuerdo el apellido, supo con humildad y resignación encajar el duro papel que le tocó representar, pues todas las Comunidades españolas llevaban como representantes a selecciones de jugadores, mientras que nosotros, no teníamos ni camisetas como es debido, un chandal de color azul en el que ponía Centro de Enseñanzas Integradas de Gijón y el bolso de color rojo que ponía Universidad Laboral de Gijón que permanecían en los almacenes que amablemente coordinada un tal Repiso, desde que Girón fundase el Centro. Realmente lo que más recuerdo es los pedazo de días de vacaciones que nos pasamos en Madrid, en el Hotel Osuna, muy cerca del aeropuerto y lo bien que supimos disfrutar de esos días, al saber que teníamos pocas posibilidades al saber la competencia que teníamos. Los baños en la piscina del Hotel eran divertidísimos y las comidas copiosas y abundantes.

El primer o segundo día de nuestra estancia en Madrid participamos junto a todos los atletas y deportistas escolares, de todas las modalidades y deportes, en un desfile en el Estadio de Vallehermoso de Madrid, donde coincidimos con los balocentistas extremeños del Colegio San Antonio de Cáceres, y donde tuvimos ocasión -casi sin ser conscientes de ello- de participar en una inauguración de la final de los juegos escolares nacionales.

Después, muchos de nosotros seguimos como juveniles en el equipo, otros en cambio ya no volvieron más, por dejar de estudiar en el centro, como fue el caso del portero titular Abel, un extremeño de Conquista de la Sierra, con el que después he coincidido en alguna ocasión. En el equipo infantil también teníamos una plantilla bastante aparente, con Roberto a la portería, Juancho, Cortés, Enrique, Varela, el propio Corrales, Palma, Bravo, Breña el de Hinojal (Cáceres) y algunos más que estuvieron enseñándonos mucho como Llamazares, Palma, Tito, etcétera...

Yo mismo, cuando estaba en el equipo de la Laboral tuve ocasión de fichar por el Atlántico, de manos de un señor muy mayor que se decía que fue el descubridor de Castro y de Quini,y cuya oferta rechacé por motivos de estudios y cierta inexperiencia en aprovechar las oportunidades. En cualquier caso, yo jugaba de lateral izquierdo, con el número 3, y como tal ejercí de futbolista por los mejores terrenos de juego de la ciudad de Gijón (Mareo, Colegio Inmaculada, Campos de la Federación y otros barrios, incluido Somió), y así fui aprendiendo a jugar al fútbol y de paso, complementar mi actividad académica con la deportiva, haciendo más llevadero el tiempo de distancia que me separaba de la tierra y de la familia.

Os dejo con 2 recortes enviados por Emiliano de aquellos días en Madrid.






Jóvenes emigrantes extremeños

07 abril 2008

Alentado por un correo electrónico recibido esta misma tarde, de un extremeño afincado en Madrid, Gabriel, natural de Casar de Palomero, un bello pueblo localizado en el norte de la provincia de Cáceres, al límite de la conocida comarca de Las Hurdes, me dispongo a redactar la entrada semanal para hablar precisamente del origen y la procedencia de algunos de los hombres que entre los años 1983-1987, pasamos gran parte de nuestra juventud en el internado y como alumnos de la Universidad Laboral.

Fundamentalmente las personas que allí estuvimos procedíamos de las zonas más desfavorecidas -en aquel entonces- de Extremadura, hoy totalmente transformadas y con unas connotaciones totalmente diferentes. Allí estábamos cacereños de Las Villuercas, de Los Ibores, de las Hurdes, de las Tierras de Granadilla, del Valle del Jerte, del Valle del Alagón, de la Sierra de Gata. También había pacenses de otra comarca con similares características en cuanto a su contexto socioeconómico, como era la Siberia extremeña o San Pedro de Mérida.

Por citar algunos nombres, con la segura amnesia que caracterizará a mis palabras -para nada intencionadas- hablaré del propio Gabriel, Jorge Rubio o Luis Carlos Hernández de Casar de Palomero, Juan Luis Jiménez de Cañamero, Jesús Benito de Navezuelas, Enrique Marcos de La Pesga, junto a Batuecas también de La Pesga o cerca, compañeros de Pinofranqueado, de Santibáñez el Bajo, de Herrera del Duque, de Siruela, de San Pedro de Mérida, San Martín de Trevejo, de Ahigal... Todos pueblos extremeños que se han caracterizado por una fuerte emigración de jóvenes, que tuvimos que irnos lejos de nuestra tierra para formarnos y comenzar a madurar como personas. Extremadura, como otras regiones en los años 80, carecían de infraestructuras de enseñanza pública suficientes. Quienes nos marchamos a Gijón no vivíamos -salvo algunas excepciones- en el seno de familias pudientes, sino todo lo contrario, nuestros padres eran agricultores, albañiles, artesanos, comerciales... pero con recursos e ingresos muy limitados.

Realmente, y en mi caso particular, tengo que confesar que mi padre me dijo, justo antes de despedirme en la Laboral el día 16 de octubre de 1983: "Ya sabes lo que te espera si no te aplicas y estudias". Bien sabía yo que aquello significaría volver a un pueblo con pocas oportunidades, a trabajar seguramente de peón de albañil con él, o a trabajar en la Hostelería. Nunca nadie, hasta aquel entonces, me había enseñado tanto con tan pocas palabras. Un consejo de padre a hijo, que con similares o parecidas palabras recibirían estos jóvenes, que como yo, tuvieron que salir fuera de su pueblo.

A día de hoy, mi orgullo y mi satisfacción por los resultados, por las vivencias y por todo el tiempo allí, no hace sino crecer día a día. De ahí mi casi obsesiva resistencia a dejar pasar el tiempo sin que se reviva, rememore y recuerde esta época de mi vida, y hacerles partícipes a ellos y a ellas, que junto a mi, vivieron de una manera u otra lo mismo.